La vida cotidiana en su modernidad, nos coloca en peligrosa proximidad a sus perversiones . Las demandas materiales , hechas desde el desear necesidades imprescindibles, y desde el desconsuelo del espíritu, de si infinitas . Letales a nuestra armonía espiritual en sus consecuencias. Enfrentada a ellas y en defensa, la más de las veces tan sólo encontramos, distraidas y desarmadas , la soledad de nuestras miradas , ingenuas ante tanto poder. Deberíamos detener la marcha . Deberíamos, sastifecha la necesidad de alimento, ya en cobijo y seguridad, encendidos ya los fuegos de nuestros refugios, calmos ya, en descanso las angustias del porvenir y las ansiedades que las gestan, dejar a nuestro universo simbólico en libertad plena de hurgar profundo en nosotros y llegar al espacio del espíritu, donde fácil, se acomoda y hospeda el poeta.
Porque han sido parte hoy de mi vida cotidiana, a la que invadieron como buena medicina, dejo a Ustedes estos versos que me invitaron a pensar acerca de muchas cosas.
Pertenecen a Pedro Salinas, poeta español, nacido en Madrid en 1892 y muerto en Boston en 1951. Son mínima expresión de su importante obra.
Me llevó este trozo de su libro "La voz a ti debida" a instancias de reflexión que quizás, otros sesudos textos específicos , no siempre logran. De ahí que los comparto.
Porque han sido parte hoy de mi vida cotidiana, a la que invadieron como buena medicina, dejo a Ustedes estos versos que me invitaron a pensar acerca de muchas cosas.
Pertenecen a Pedro Salinas, poeta español, nacido en Madrid en 1892 y muerto en Boston en 1951. Son mínima expresión de su importante obra.
Me llevó este trozo de su libro "La voz a ti debida" a instancias de reflexión que quizás, otros sesudos textos específicos , no siempre logran. De ahí que los comparto.
Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos,
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías; es tu música.
La vida es lo que tú tocas.
De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.
Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras;
ya no es duda.
Tu nunca puedes dudar.
Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes
la marcha de tu reló
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.
Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
- la única que te ha gustado -
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.
Pedro Salinas.
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