martes, 2 de noviembre de 2010

De pensar, de morir y de tumbas



Viejo camposanto rural, antiguas tumbas. fotografía del autor

Recuerdos... desvaneciéndose. fotografía del autor

Sincretismo de  camposanto. Fotografía de autor

En esta sociedad que tumba a tumbo se amiga cada vez  mejor  con la muerte,  condicionada a que ésta le sea cada vez menos próxima y más ajena, y porque no , más cómoda;  y ...si los muertos no están en nuestros patios, si  los muertos están en nuestra televisión, mejor, cuando es así,  hasta podemos sin pudor  ni mayores escrúpulos , soltar tranquilos  nuestro morbo  de  sus ataduras, dejarnos de preocupar de pañuelos y lágrimas más o menos y escudriñar en detalles tambien más o menos truculentos  y disfrutar de la fiesta mediática de muertos y muertes ajenas en  nuestros living rooms ,  haciendo  tranquila espera del delivery boy y su entrega rápida , garantida caliente, de  pizzas y fainás ,en la alegría egoista de que todo eso, nada, nada tiene que ver con nosotros ni nuestras vidas.

Hoy nuestras tierras sagradas, nuestros camposantos o cementerios si lo prefiere, o si  preferimos ,nos distanciamos  algo más de ese espacio ceremonial "tabú" a  nuestra cotidianeidad, y tomemos del correcto  lenguaje oficial, bastardamente eufemístico a mi sensibilidad  y hablemos entonces de necrópolis. O sea  ciudad de los muertos.

En los hechos por una razón o por otra, en esta loca sociedad urbanizada, simplemente por eso, por razones de prolija  urbanización, los enterraderos humanos , es decir esos necesarios  rectángulos pedazo de tierra  míseros y yermos,  destino final de nuestros muertos , - hay otros ,  bien que se sabe con su amable escenografía  pastoril , encantandores  horizontes largos ,  lujurioso mucho verde ,  estética del recato y prohibición de lo kistch.    -  los  camposantos de la tradición, son  en el hoy por hoy espacios públicos, rodeados de  muros que defienden , aunque no estando  claro  de que lado de  tales murallas  se atrinchera el  enemigo,  con  puertas que detienen y cerraduras  con horarios , que funcionarios cansados de muerte , también  desesperanzados de lágrimas y de   vivos que tienen en sus llaves el poder de cuantificar los tiempos de doler.


A estos espacios territoriales destinados a entierros humanos,    cadáver presente , se accede con permisos, papeles, documentos y sellos,varios , que justifican tanto  al muerto como a  la necesidad de los vivos de disponer higiénica y razonablemente de sus  despojos, o su  cadaver o  su osamenta , o podemos en elegante obituario mencionarlos como los restos de ese otro . que murió. Tampoco obviemos que nada de eso ya es tema de afligimiento o de extra congoja, o impedimento  obstaculizantes a vivirla, ya que bien sabemos ten quién confiar , a quién llamar, cuales son los telefónos, casi todos fríos y profesionales 0800 , o sea  además de la disponibilidad,  el encanto  en el mundo salvaje del capital,  lo gratuito. Personas, amables, convenientemente compungidas, entrenadas a contener penas ajenas y emociones y aburrimientos propios,   se ocuparán de ello,  o sea de nosotros, en esos momentos cuando más , según su real saber y entender, y según don Adam y  sus  leyes del mercado, los precisemos.







 Confieso que no puedo imaginarme enterrado. Entre otras razones porque, no tengo chance alguna de ir a dar con mis huesos, en tierra alguna. Que ahora, vivimos en estructuras verticales que nos alejan de cualquier realidad de naturaleza, animal que soy, mis patas están lejos de posarse en la tierra,  lejos de cualquier  otra que la  que desde  las pequeñas macetas de mis pequeñas tunas, me conmueven y a veces entristecen por las mañanas,  que también de ahí veo pasar, cortejo tras cortejo, abundante en señoriales y compungidas remises negras, vacías de pasajeros, es decir de dolientes. Porqué asumamos la muerte del común, de ese Otro que anda  por ahí con su jubilación  y sus consecuencias , sus achaques a cuesta, y sus relatos interminables  de doctores de versación infinita y  taciturnidad  escandalosa,  buen cliente, otra que paciente,  de una u otra  asociación de médicos colectivizada,  ese, ya no despierta grandes escándalos ceremoniales. a su muerte.  No convoca demasiada emoción, no es noticiable, quizá por eso  casi que ya no  existe su muerte en barrios que ya no se enteran de  estas cosas sin importancia.  Que de funebrias, velorios, lágrimas infinitas e interminables, ese humilde que hoy, su día, el día de los difuntos,  recibirá quizá una, quizás dos o tres visitas, o  quizá ninguna, y quizás también eche de menos las que faltan,  pero  sabe que  en definitiva  ha ido lentamente adquiriendo un papel cada vez menor en la gran comedia humana.
 Quiero compartir con ustedes este  poema de Neruda : No tan alto      (Extravagario ,  1958) que en lo existencial genera espacios de relación conmigo mismo grandes e importantes.



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