viernes, 1 de octubre de 2010

Poética cotidiana. Pedro Salinas. Poeta

La vida cotidiana  en su modernidad,  nos coloca en peligrosa proximidad  a   sus  perversiones .  Las  demandas materiales , hechas  desde el desear   necesidades imprescindibles, y desde el desconsuelo del espíritu,  de  si infinitas . Letales a nuestra armonía espiritual en sus consecuencias. Enfrentada a ellas  y en defensa, la más de las veces tan sólo  encontramos,  distraidas y desarmadas ,   la soledad de  nuestras miradas , ingenuas ante tanto poder. Deberíamos detener  la marcha . Deberíamos,  sastifecha la necesidad de alimento, ya en cobijo y seguridad, encendidos ya los fuegos de nuestros refugios, calmos ya, en descanso las angustias del porvenir y las ansiedades que las gestan, dejar a nuestro universo  simbólico en libertad plena  de hurgar profundo en nosotros y llegar al espacio del espíritu,  donde fácil, se acomoda y hospeda el   poeta.

Porque han sido parte hoy de mi vida cotidiana,  a la  que invadieron como buena medicina, dejo a Ustedes estos versos que me invitaron  a pensar   acerca de muchas cosas.
Pertenecen a Pedro Salinas, poeta español, nacido en Madrid en 1892 y muerto en Boston en 1951. Son mínima expresión de su importante obra.
Me llevó este trozo de su libro "La voz a ti debida" a instancias de reflexión  que quizás,  otros sesudos textos específicos , no siempre logran. De ahí que los comparto.

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos,
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,

alegrías; es tu música.

La vida es lo que tú tocas.


De tus ojos, sólo de ellos,

sale la luz que te guía

los pasos. Andas

por lo que ves. Nada más.


Y si una duda te hace

señas a diez mil kilómetros,

lo dejas todo, te arrojas

sobre proas, sobre alas,

estás ya allí; con los besos,

con los dientes la desgarras;

ya no es duda.

Tu nunca puedes dudar.


Porque has vuelto los misterios

del revés. Y tus enigmas,

lo que nunca entenderás,

son esas cosas tan claras:

la arena donde te tiendes

la marcha de tu reló

y el tierno cuerpo rosado

que te encuentras en tu espejo

cada día al despertar,

y es el tuyo. Los prodigios

que están descifrados ya.


Y nunca te equivocaste,

más que una vez, una noche

que te encaprichó una sombra
- la única que te ha gustado -
Una sombra parecía.

Y la quisiste abrazar.

Y era yo.


Pedro Salinas.

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